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La pérdida de un ser querido es un
acontecimiento vital estresante para todas las personas, incluidos los
niños/as. Es importante identificar y conocer factores de protección, para
potenciarlos, y factores de riesgos, para minimizar su impacto; así como proporcionar
una serie de recursos, habilidades y destrezas que contribuyan a reorganizar al
sistema familiar que se ha visto afectado.
Por lo general, todas las personas y en
particular los niños/as sienten en torno suyo unos círculos afectivos de seres
queridos y cercanos de referencia, que son esenciales para su equilibrio
personal y su vida actual y futura. ¿Qué puede hacer un maestro/as cuando ese
círculo es abierto o se rompe por la muerte de un ser querido? Lo normal es
remitir al orientador/a, que suele ser una figura desconocida para el niño/a y
con la que antes no existía ningún vínculo. Pienso que está no sería la mejor
opción, aunque se la más rápida, ya que los principales problemas son:
- La falta de vínculo afectivo a priori con el niño/a y sus padres.
- Existe una preparación específica insuficiente en el colectivo de orientadores.
- Los niños/as, con un acompañamiento adecuado, pueden y tienden a superar su duelo en un tiempo moderado.
- Se trata de un modelo de intervención contrastado que asocia un desenlace positivo en la mayor parte de los casos.
La finalidad y la opción más correcta serían,
en caso de una ruptura del círculo afectivo, es remendarlo, cerrar ese círculo.
En definitiva cerrarlo, pero también a aprender y a crecer con la experiencia.
¿Cómo se tiende a responder al dolor de un
niño/a relacionado con la ruptura? Los docentes tendemos a hacerlo sin salirnos
de las “cuatro regiones fronterizas”. Es decir, desde nuestro sistema de
referencia personal, docente u orientador: esquemas técnicos,
predeterminaciones personales, sociales, culturales, etc., transformados o
degradados a muletillas. Esto significa que solemos responder egocéntricamente,
sin conciencia sensible, sin pensar desde el otro… Sin la formación necesaria
aplicada.
Una alternativa
formal posible, a modo de síntesis, puede ser saliéndose de nuestros propios
prejuicios y esquemas, desde ahí confiando en el propio inconsciente, en
el sentido apuntado por S. Freud, y en el inconsciente de la persona
acompañada, en el sentido de C.G. Jung.
- Fuentes de conocimiento:
Ante una
pérdida relacionada con nuestros alumnos, ¿de dónde obtener el conocimiento necesario
para saber qué hacer?
a) Fuentes externas personales: Uno de
los caminos que siempre está abierto es el intercambio con otras personas
(compañeros, padres, jefe de estudios, orientador, especialistas en
acompañamiento...). Así, podemos preguntar: “¿Tú qué harías?”, y posibilitar el
enriquecimiento debido al intercambio. Tiene la ventaja del enriquecimiento
objetivo, y la desventaja de poder estar transmitiendo y demostrándonos que
estamos inseguros. Deducimos que puede ser conveniente consultar a otros, bien
informalmente, bien sistemáticamente (en el seno de un grupo de trabajo, un
grupo de investigación-acción, etc.) cuando uno mismo lo ha meditado
suficientemente.
b) Fuentes externas bibliográficas: Otra
opción que también está al alcance de cualquiera es leer libros y artículos
especializados en esta incipiente rama de la Didáctica o escritos por profesionales
confiables. Pueden ayudarnos a pensar, pueden ofrecernos nuevas alternativas y
puntos de vista. Tienen la doble ventaja de la rapidez y la apertura a otras
percepciones, mejor si están fundamentadas y apoyadas en investigaciones
válidas. Y tienen la doble desventaja de la despersonalización de la propuesta
y del egocentrismo interpretativo, a saber, consultar para encontrar razones
que nos ratifiquen y refuercen nuestros puntos de vista. Cuando se consultan
fuentes es conveniente asegurarse de su solvencia, buscar propuestas variadas y
de profesionales versados y distintos, estar abiertos a su contribución con un
mínimo de humildad y estar dispuestos a cambiar las propias convicciones por
las que resulten más convenientes para la persona concreta que estamos
acompañando. Aun así expresamos una caución: a veces, cuando recibimos una
buena idea de otros, verbal o escrita, corremos el riesgo de apegarnos a ella,
convirtiéndola en una muletilla blindada o súpermuletilla.
c) Fuente externa e interna a la vez (el otro en
nosotros como fuente de conocimiento):
Admitiendo
el valor de lo anterior, lo realmente útil es activar nuestra conciencia
bien surtida de receptividad, conocimiento, empatía y autoevaluación. En
caso de que la comunicación educativa de acompañamiento se establezca con
un niño, desde aquí se puede acceder al empleo del conocimiento del niño
(o del acompañado en general) como recurso. Solemos tener poca confianza en
la sabiduría que tienen los niños/as. Esta confianza contextual, esta dulce expectativa
es vital. Si no interferimos en su proceso de duelo, si no impedimos que
recorran su tristeza, probablemente les veamos salir del túnel a tiempo y
con una conciencia renovada.
d) Fuente interna: El cultivo de uno
mismo y como consecuencia de ello nuestra propia madurez (profesionalidad, buen
pensamiento o pensamiento ético, empatía, ausencia de egocentrismo, conciencia,
capacidad de escucha, etc.) son los referentes mediatos más fiables de
cualquier comportamiento didáctico. He aquí la mejor base de la preparación
pedagógica del docente necesario para Educar para la Muerte.
Como conclusión
de todo esto tenemos y debemos de enseñarle a los niños/as a vivir la vida la
más felices posible, que sepan resolver sus problemas, ser buenas personas, porque
la vida es corta y mientras más gusto estemos con nosotros mismos, mejor
sabremos sacarle partido a ella.
Artículos:
Las técnicas de "buen morir" evitan la eutanasia, según el psicoanalista Rubén Bild:
Cuento para infantil:
¿Cómo explicar la muerte a un niño/a?
Páginas de cuentos que tratan este tema:
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http://www.eurekakids.es/libros/ediciones-ekare/nana-vieja |
Libro informativo:
![]() |
http://www.casadellibro.com/libro-todos-los-caracoles-se-mueren-siempre-como-tratar-la-muerte-en-educacion-infantil/9788479602789/734726 |
Referencias:
Herrán, A. de la, González, I. Navarro, M.J., Freire, M.V. y Bravo, S. (1999). La Muerte, un Tabú en la Educación. Revista Escuela Española (3410).
Herrán, A. de la, y Cortina, M. (2006). La muerte y su didáctica. Manual para Educación Infantil, Primaria y Secuandaria. Madrid: Univesitas.
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